Essentia se sumerge en la encomiable tarea de reconectar el material con sus raíces, reconstruyendo así una porción significativa de su valía. Este empeño implica la minuciosa exploración de su esencia mediante la comprensión, manipulación, manejo, mezcla y moldeado. La meta última es la reinventación del material, asegurando que no quede relegado al olvido. Este compromiso surge del interés profundo por un material que experimenta una depreciación de su valor al transformarse en viruta, generando la inquietud de rescatar esa valía perdida.
Esta concepción toma forma al materializar la idea de recrear un árbol talado, otorgándole al material la posibilidad de no convertirse simplemente en un desecho. Asimismo, invita al espectador a meditar sobre su metamorfosis, desde su estado original hasta la realidad actual, y sobre la perspectiva de recuperar parte de su esencia al recrear sus orígenes.
El desenlace de este proceso se plasma en la instalación de este tronco talado en el Parque Espinosa, situado en la Universidad de los Andes en Bogotá, Colombia.
Aquel día, un amargo día al final de la primavera, he allí sentada a Ilana en un tronco talado cerca de los muchos gigantes apilados, con su mirada baja y un tanto perdida observa un polvillo casi imperceptible que se esparce tímidamente por el suelo infértil. Sus ansias animan su curiosidad y en su mente empieza a dibujarse una extraña visión:
El bosque frondoso, cuna de calma y tranquilidad, ha sido el hogar durante millones de años de estos gigantes, y ellos agradecen su protección embelleciendo el paisaje y siendo el cobijo de cientos de especies que viven en ellos y hacen parte de todo el ecosistema.
Sin embargo, esa tranquilidad se ve fracturada de tanto en tanto para dar paso a una larga y tortuosa trayectoria, que se ha vuelto tan cotidiana y común, y que no permite intervención o salvación alguna. Es un día caluroso en medio de una ventisca de verano, todos se encuentran en su máximo esplendor, y con movimientos glamorosos dan la bienvenida al sol, pero no es el único visitante, no es el único que entra en sus dominios. Ya cubiertos por la luz del sol, los gigantes observan en silencio a esta criatura que se sumerge más profundo en su bosque a cada paso. Lo han visto ir y venir en muchas ocasiones.
La criatura perversa, el ser humano, tan pequeño en tamaño comparado con ellos, pero con tal ímpetu y decisión que lo engrandece hasta reducirlos a ellos. Se hacen llamar los dueños y señores de la tierra. Y cómo no creerles, si toman todo lo que hay a su merced. Aquí vienen, constantemente, para satisfacer sus ansias de materia prima, robándoles la vida y reduciendoles hasta la partícula más pequeña para saciar sus ganas de destruir para crear. Lo que parecía una cálida mañana, daría paso a una gran batalla, que como todas las anteriores y las por venir, siempre será ganada por aquellas criaturas perversas.
A veces caen cientos en cada batalla. Uno a uno los gigantes terminan a las raíces de sus hermanos, y así comienza un camino de transformación. Terminada la contienda las bajas son desmembradas y catalogadas para ser agrupadas y poder ser transportadas de manera hacinada. Se percibe un silencio desgarrador entre los que quedaron en pie. Un día de muerte ha terminado solo queda esperar la nueva llegada del sol, y los que quedan anhelan sin miedo, pero con tristeza, al nuevo día.
Los que yacen en tierra desmembrados y abarrotados, son transportados a su nueva morada para ser transformados. Cada uno es cortado, manipulado y clasificado, cada uno desangrado, herido, roído y desgastado. Cuanto más fuerte es el dolor, más daño se causa y más cambios deben esperar. Sin embargo, en medio de este proceso de fragmentación, su esencia física se aferra a la vida en pequeñas partículas que sobreviven y claman por no extinguirse.
En ese momento Ilana despierta de ese estado de adormecimiento y enceguecida por el brillo del sol que ahora exaltaba más la belleza de los gigantes, tomó en sus manos el polvillo que antes observaba y comenzó a recolectarlo en su mochila con tal cuidado, casi de forma ritualista, como si estuviera limpiando de ese bosque la sangre derramada por aquellos seres tan maravillosos. En su cabeza se fijaron palabras que se repetían: resurgir, renacer, redescubrir; resurgir, renacer, redescubrir... y, finalmente la pregunta, aquella que definía su preocupación: ¿cómo podría replantear tal transgresión? Era como el deseo profundo de renacer, de cómo dar una nueva oportunidad de ser, de volver, de darle nuevamente valor a la vida. Y así, como una hechicera realizando una pócima: mezcla, enlaza, prueba, falla y reintenta para consolidar el conjuro que pueda devolverles parte de su grandeza perdida. El polvillo, conocido como viruta, ahora mezclado va generando uniones, enlaces de cada uno de los gigantes, para dar paso a un retorno hacia la vida, hacia su esencia. Sin importar que sea inerte, creado con residuos, se forma desde sus raíces hasta construir un tronco talado, y deteniéndose allí, para volver a la forma, a la vida, se recuerda a él mismo, pero ahora como símbolo, como aquel símbolo de las luchas vividas. Es el renacimiento, el resurgimiento, una nueva oportunidad para inmortalizar el alma de uno o varios gigantes.
Así Ilana con un gesto de regocijo, lleva su inédita creación de vuelta al lugar donde fue raptado y extraído. Lo lleva al bosque a reunirse con sus hermanos gigantes en un último viaje de grandeza y elogio. Aquel nuevo ser es algo diferente, aunque inconcluso es una figura temeraria pero fuerte, es un gladiador caído que renace, recordando con su presencia cómo fue derrotado y de qué forma fue abatido con orgullo. Este es un acto de reverencia, impulsado por el sueño de exaltar a todos los perdidos en esta guerra desigual, que ante la infame manera de derribar a los silenciosos gigantes, espera ser una simple cicatriz, una marca, un corte, una razón para permanecer de pie.
Finalmente, estando allí es hora de ver nuevamente un día de luz y convertirse en el estandarte a medio cortar de una nueva guerra contra los transgresores. Es momento de una nueva batalla, de una nueva caída enigmática, de volver a sonreírle al inevitable destino. "Pero ¿cómo caer? si ya soy un gigante caído" es la nueva postura de tan robusta creación. Es la pregunta que se plantea Ilana. Es la Essentia de cada ser.